En esas habitaciones olía
al calor antiguo
de los vientres oscuros
donde los olvidados
nacieron
en un tiempo ajeno, pronto o tarde.
Allí he visto las heridas en las manos
de aquellas mujeres
escarbando en las sábanas sucias,
buscando la belleza negra
que le robaron las partidas de nacimiento.
He visto sus llagas abiertas,
los valles profundos de cuchillos hendidos.
He sentido el miedo de sus pechos solitarios.
La anatomía triste desvalijada.
El olor blanco a la leche que nunca llegó.
He escuchado la respiración
de madres esperando amamantar
a unos hijos sin nombre.