Mi intuición
He sentido en algunos momentos que estamos rodeados en una
serie puertas mentales que quizá deberíamos abrir, y que existen posibilidades
todavía desconocidas de abrirlas. Es un poco lo que en otros terrenos han
buscado ciertas formas de místicas, en donde a veces la noción del nombre de
Dios es una máscara que cubre otra cosa, una noción de absoluto o de
realización humana total. Es un poco ciertas aperturas del budismo Zen también,
si se quiere. Pero hablar de metafísica y de absoluto tiene el peligro de
llevarnos a las nociones tradicionales de la cosa.
En definitiva, lo que yo he sentido siempre, ya que alguien
citó El perseguidor y alguien citó Rayuela, es que nosotros como
seres humanos estamos muy lejos de haber alcanzado nuestras máximas
posibilidades. Tengo la impresión incluso de que lo que podríamos llamar toda
la civilización judeo-cristiana, que supone una pedagogía, una manera de
educar, una manera de transmitir los conocimientos, una invención y
organización de las ciencias, ha creado una especie de aparato mental que nos
fija en un cierto momento. Los más inteligentes van algo más lejos, los menos
se quedan algo más acá. Pero es un esquema ya determinado, digamos el esquema
occidental del conocimiento, para entendernos. Bueno, a mí me da la impresión
de que las posibilidades que tiene cualquiera de nosotros, cualquiera de los
que estamos aquí, son superiores a eso y que nosotros nos vedamos por un
especie de temor profundo, nos quedamos en nuestra manera de ser occidental
Julio Cortázar (Revista Ercilla, 10-15 de diciembre de 1970)