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El mundo absorbe nuestra esencia
como un insecto chupa sangre.
Y por las calles caminamos
muertos en vida,
moviendo la boca,
las caderas;
se tambalean solitarios
estos esqueletos nuestros
de huesos sin alma.
Agitamos todas estas banderas,
estos tejidos muertos
de pieles de otros
desgarrados por la tierra.
Alzamos estos trozos de tela
salpicados de sangre caliente.
Y al final soy yo también
ese latido, ese barro
que emana
de la mano oscura del hombre.