Necesito que mi cuerpo concuerde con la naturaleza,
con los álamos que van mirando
las raíces de la avenida.
Deseo que solo la angustia tenga sepulcro
y que lo duro que yo sufro
como una losa de mármol fría,
no solo sea mi alimento humano
sino que jamás me aplaste su peso.
Porque los abrazos que me salpican
ya no son la electricidad
que propagaban a las manos,
y cuando toco falta algo
que los dedos no transmiten àl sonido.
Noto deseo y hambre en mis ojos;
mi mirada es una voz mendiga.
No sé si sigo aquí después de todo
o también parte de mi se ha esfumado:
cuando mi abuela ya se ha ido
no hay más cementerio que esta casa
donde ella se despidió del mundo.