To be continued
Este es el primero de una serie de viajes que realizo por Europa. El cuerpo me lo lleva gritando desde hace tiempo, lo toco y lo siento infectado de algo que no sé qué es. Se extiende la sensación patógena (más a lo largo que a lo ancho), y lo manifiesta a todas horas del día: cambiando el color del pelo, llegando a ponerme aquellas mayas de cuero tan antiguas y que tan ceñidas se ajustan a mis piernas, y comiendo naranjas como si la vida me fuera en ello. Pero lo que más me extraña de todo, es el estarme volviendo TERRIBLEMENTE PROSAICA. Mi cerebro se plantea a dónde va a ir a parar este conjunto vertebrado de desorden óseo y muscular.
Voy escapando de todas mis malas costumbres y las reemplazo por otras, viajando sola, visitando a mi gente perdida por Europa y perdiéndome por la ciudad con mi mapa. No me preocupa absolutamente nada más. Estoy aquí y allá precisamente para eso:
Para masticarme y pensarme un poco más.
Y cuando vuelva, quién sabe cómo me sabrán las cosas.
(Lo que me llevo conmigo: una mochila, Barbara Kruger inyectada en las venas, Wim Mertens, y sobre todo esta canción. Me transporta a otra dimensión, casi como irse a otro país)