Quererte a ti como templo
donde se cruzan los horizontes del agua.
Clavo los brazos en la esperanza de tu hierro,
del que se contagia mi carne.
Mi óxido de nadie en este puente
ahogándose en el Guadalquivir oscuro.
22 de enero férreo, frío de rostros sin gente.
En Triana, suspensa eterna la luna,
peineta de la
frontera de mi tiempo.