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Era todo de un negro solitario, lleno del peso de un paraíso
donde los padres no llaman a sus hijos por un nombre.
Iban todos desnudos, perdidos en mitad de ese oscuro bosque edénico:
un frío de enero con el pulmón en el precipicio de ese cielo derramándose...
¿Quién lee poesía, padre?
Y en las tinieblas, ¿quién encuentra el pan?