Hace falta decir que la vida no era plana como decían de la
tierra hace siglos. Que los años parecen los huecos que quedan vacíos entre
suspiro y suspiro. Siempre llevando en la respiración a los que se fueron, a
los que siguen su camino por otros senderos pero siempre querremos tanto (sin a
pesar, pero con pesares). Yo agrego mi aliento al mundo cada día y me alimenta
el rayo de la mañana. Y sigo mi paso ya arda o enfríe la estación, nos exija
fuerza centrípeta convulsa, la nostalgia de la hoja caída que cruje o el amor
de un cachorro abandonado.
Los años suenan como un sonajero de plástico. Y
tiembla el corazón como una pandereta (tú dentro de él siempre) en el frío
invierno de un 30 de diciembre de 2014.