Las flores son las miradas de los
que han muerto
Galdós
No he vuelto a la calle Feria
ni al camino lento de mi abuela
con una muleta firme,
cortando rosas
de los jardines.
Esa muleta negra y
gris
hacía el ruido inquieto
del plástico recio.
En él se escuchaban la guerra civil,
la miseria antigua,
la oxidada silla de ruedas de Rafael
como sombras congénitas
que no se van nunca.
Los jardineros municipales
nunca le reprocharon
que los sábados cortara
flores sin nombre
para sus nietas.
hacía el ruido inquieto
del plástico recio.
En él se escuchaban la guerra civil,
la miseria antigua,
la oxidada silla de ruedas de Rafael
como sombras congénitas
que no se van nunca.
Los jardineros municipales
nunca le reprocharon
que los sábados cortara
flores sin nombre
para sus nietas.
la escasa luz de Cabo Carmona
y mi causa de amor en Alcolea.
Regresaron los jardineros uniformados
y su reino de orden y silencio.
Yo no he vuelto a la calle Feria
desde entonces.
Ahora huele a la soledad
de unas flores huérfanas,
a una belleza de colores tristes
que ninguno de los vecinos comprende.