Me apunto esto mentalmente para que nunca se me olvide, para que cuando sienta que estoy a punto de ser derrotada y me toque la espalda buscando el equilibrio que he perdido, ese tocarme la espalda con mis dedos de mujer pianista que hace mucho que no toca el piano, de mujer que quiere y ha abandonado o aún no ha conseguido un quiero -porque el amor de una mujer con unos dedos como estos siempre es progresivo- . Palparme la espina dorsal de mujer deseante que sobresale como los huesos o la columna vertebral, que se deja intuir más allá de las fronteras de lo físicamente posible. Y acariciarme con las yemas la partitura de mi espalda, tocar potencia -quizás música- y apuntar con la mano izquierda mentalmente esta frase para que nunca se me olvide:
Para que haya cambios tiene que haber errores