De cuando éramos intangibles
Rociada voy en raza caliente.
La luz adentro me persigue
y palpita una estrella
urgente en el horizonte .
Mi inicio del cuerpo
era un trozo perfecto
de piel materna
tersa y tierna
galopando sangre.
Era yo una criatura arraigada
al espacio dilatado
de un vientre.
Latía hace años con impaciencia.
Avanzaban
las fronteras de mi origen
y daban patadas
a la anatomía de mi madre.
Fui eco ensanchado de este útero
al que no regresé nunca.
Y ahora arrojada a este mundo
siento que me roza una vida injusta
porque era él mi casa más sincera.
Allí yo era energía indígena,
sentimiento puro,
carne intacta de sufrimiento.
Era mi razón de vida el ruido del nacimiento,
el silencio de un amor recién abierto
y su áspero tacto
que aún no abrazaba nadie.