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Al mundo ígneo lo siento
legumbre rumiante
del corazón.
Y en mi agujereado nombre
come costumbre
la piel de asesinato.
Al mundo ígneo lo huelo
a atmósfera, a vapor,
lo siento
padre atrofiado donde
de la carne de la noche
el vacío se hace hombre.
Derrama, corre la sangre
por las arterias de dios.
Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.
Miguel Hernández