Dolce far niente
Va de crisis existenciales, como todo. Va de que un día te levantas y no te acuerdas de dónde has puesto llaves, y a los cinco minutos por arte de magia se han teletransportado a tu mano izquierda, cabeza la tuya. Va de que, camino a la facultad siempre te cruzas a ese niño con la mochila roja y siempre le sonríes y lo saludas mentalmente diciéndole “que te vaya bien en el cole!”- a lo mejor él te oye-, y luego ves una, dos o hasta tres furgonetas blancas y te preguntas por qué le tienes esa maldita manía, que por ti estarían ya todas aniquiladas en el desguace. Va de que, en clase de informática estás pensando en cómo terminar el poema que empezaste ayer por la noche y que no acaba de cuadrar, y has llenado las esquinas de los apuntes de palabras que te puedan servir. Va de que te comes cuatro yogures de melocotón, ves el telediario y detestas el 12 de octubre, y sabes que tocar z de héroes del silencio te alivia. Va de que has tenido una pesadilla con tu padre. De que dentro de 10 días tendrás 20 años. De que, aunque tengas pose de dura, tú también te asustas. A veces.