Uno, dos, tres, cuatro.
Estos días estÁn siendo un poco extraños: desidiosos, más fríos y grises. Siempre he sido vulnerable a los cambios atmosféricos. El desquicie de los vehículos por un lado, por otro las cerraduras blindadas de las puertas, los dolores de espalda... todo muy digno de pelicula yanki. Radicará la causa en la psicología de las estaciones, en la efimeridad de los hábitos -eso me inclino a pensar yo-.
Y esa psicología tan profunda, esas sensaciones de ideas que echan raíces en nuestra memoria, y en mi caso-que es el motivo esencial de esta entrada-han despertado recuerdos de mi infancia y han aflojado esos tentáculos que se me agarran al cuello y me asfixian, alejando ese aprisionamiento meteorológico y mental. Se lo debo a Pablo, que me pasó esta canción que mi madre solía poner cuando era muy pequeña, y que llevaba sin escuchar más de diez años.
Bendita infancia.
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