Depresión
Contemplando el teléfono, para que llames o no, no se si es lo que quiero. Pero mientras me desmenuzo a mí misma, me miro con resignación, con una mueca torcida que no llega a ser sonrisa, ni siquiera una cadáver. Con mis papeles amontonados en la mesa, mi cabeza que hoy pesa más que ningún otro día de los que llevo vividos. Con mis ojos hinchados como globos, irritados, casi ásperos, luchando por soltar cauces de recuerdos, de agua salada dolorosa que escuece, todo el daño que me hiciste, el que brota cada segundo que pienso en ti, en aquellos días que pisoteaste, el desprecio hacia todo lo que hicimos y que tanto tesón y sudor costó de las manos, tú decidiste echarlo por la borda, como quien arroja una puta bolsa de basura al asqueroso contenedor. Y bajo el espejo porque no quiero verme, porque sé que soy una figura lánguida, una especie de espectro con un montón de huesos sin nada más que decir que lo que estoy escupiendo ahora: mi desdicha, mi mala suerte… mi infinita tristeza.